Como
es de conocimiento público Japón es uno de los países con mayores desastres en
el mundo, en su historia ha padecido terremotos, tsunamis, erupciones
volcánicas, deslizamientos, tifones, inundaciones, entre otras amenazas que han
provocado importantes pérdidas tanto de vidas humanas como de bienes
materiales, poniendo a prueba constantemente a la población y a la economía del
país. Los últimos eventos que han tenido mayores consecuencias negativas han
sido el terremoto en el año 1995 que afectó profundamente a la ciudad de Kobe y
el terremoto y tsunami del año 2011 que hizo desaparecer pueblos completos en
la región de Tohoku.
Recientes
investigaciones científicas afirman que existe una probabilidad del 70% de que
en el transcurso de los próximos 30 años se produzca un gran terremoto asociado
a la fosa de Nankai, sector de contacto entre la placa oceánica de Filipinas y
la placa Euroasiática, donde la primera subyace bajo la segunda generando
sismos, algunos de gran magnitud y capaces de gatillar tsunamis de importantes
dimensiones.
El
último terremoto de gran magnitud registrado en la zona corresponde al ocurrido
el 21 de diciembre de 1946, el cual alcanzó una magnitud de momento de 8.1,
provocando un tsunami de entre 5 y 6 metros de altura, dejando importantes
daños en distintas prefecturas como Mie y Wakayama, con alrededor de 36.000
casas dañadas y al menos 1.443 personas fallecidas. Es por esto que se habla de
un silencio sísmico en la zona o GAP sísmico, el cual lleva casi 70 años sin
manifestación de terremotos importantes y se espera que en algún momento dentro
de los próximos 30 años, ya sea en 1, en 5 o en 10 la tensión acumulada en el
sector se libere a través de un terremoto de gran magnitud (entre 8 y 9 Mw), generando un tsunami de grandes
proporciones y afectando a gran parte de la zona costera aledaña a la fosa de
Nankai.
La
estimación de los daños en la región sur realizadas por el gobierno de Japón son
desoladoras si no existe la adecuada preparación, proyectando aproximadamente
10.660 personas que perderían la vida producto del terremoto y tsunami, sin
contar los daños sobre los bienes y la probable altísima cantidad de personas
heridas.
Para
estar preparados ante este tipo de eventos debemos entender en qué consisten,
para eso es importante contar con algunas definiciones y entender que un desastre corresponde a "una seria
interrupción en el funcionamiento de una comunidad o sociedad que ocasiona una
gran cantidad de muertes al igual que pérdidas e impactos materiales,
económicos y ambientales que exceden la capacidad de la comunidad o la sociedad
afectada para hacer frente a la situación mediante el uso de sus propios
recursos” (UNISDR, 2009), es decir, esto es lo que tenemos que tratar de evitar
o disminuir, el desastre en nuestras comunidades.
Por
otra parte, el Riesgo de que ocurra
un desastre se compone (viéndolo de manera simplificada) de dos variables, por
una parte se encuentra la Amenaza, que correspondería al terremoto
y tsunami, y por otra parte la Vulnerabilidad,
que corresponde a "las características y las circunstancias de una
comunidad, sistema o bien que los hacen susceptibles
a los efectos dañinos de una amenaza” (UNISDR, 2009). Como bien sabemos, la
amenaza es imposible de predecir y si bien se han desarrollado avances en
cuanto a diversos sistemas de alerta temprana aun no podemos determinar con
certeza cuándo y dónde ocurrirá un nuevo evento natural, es por esto que
debemos enfocarnos en disminuir la vulnerabilidad y una de las formas de realizar
esto es trabajar en comunidad para la reducción del riesgo de desastres.
Durante
los 33 días que he estado en Japón, debido a que fui becado por JICA para la
realización del curso "Comunidades basadas en la reducción del riesgo de
desastres”, me he sorprendido gratamente al ver cómo la comunidad se ha
organizado para trabajar en conjunto en la reducción del riesgo de desastres,
creando importantes metodologías de asociación y actividades orientadas a crear
conciencia y preparar a la población ante la manifestación de una amenaza
natural. La ciudad de Kobe es el pionero y mejor ejemplo de la aplicación de
esto a través de lo que ellos llaman BOKOMI (Kobe Disaster-Safe Welfare
Community-based disaster prevention organization), incluso traspasando
fronteras y poniendo en práctica esta metodología en países como Myanmar,
Indonesia, Chile, Irán, Perú, entre otros. Sin embargo, no sólo Kobe está
aplicando este tipo de estrategias comunitarias sino que otras ciudades y
pueblos de Japón ya comenzaron a adaptar esta idea en base a los distintos
tipos de amenazas presentes en sus territorios.
La
comunidad latinoamericana residente en Japón tiene la misión de incorporarse a
este tipo de actividades, participando activamente e internalizando conceptos
importantes que les serán de utilidad para proteger sus vidas y las de otros en
caso de un desastre.
Entre
estos conceptos existen 3 muy importantes al momento de trabajar en la
reducción del riesgo de desastres en las comunidades, el primero corresponde a
la Autoayuda,
esto consiste en que lo principal al momento de un desastre es proteger
tu propia vida para tener la posibilidad de llevar a cabo la Ayuda
Mutua, este segundo concepto consiste en la protección mutua entre las
personas pertenecientes a una comunidad, el tercer concepto es la Ayuda
Pública esto apunta a una constante cooperación y coordinación entre
las instituciones (gobiernos locales, bomberos, policía, etc.) y los individuos
con el objetivo de crear una sociedad menos vulnerable, con mayor capacidad
para enfrentar los desastres y por ende más resiliente.
Como
individuos pertenecientes a una comunidad, los latinoamericanos deben sentirse
parte y tomar parte en la ejecución de las diversas actividades
llevadas a cabo por la comunidad para la reducción del riesgo de desastres,
entre estas se encuentran las siguientes:
-
Como familia debemos confeccionar nuestro kit
de emergencia con las cosas necesarias para poder estar alerta durante la
emergencia (información de las instituciones a través de la radio) y poder
sobrevivir de buena manera durante algunos días después del desastre. Entre los
productos y artículos recomendados para incorporar en kit de emergencia se
encuentran los siguientes; agua para tres días considerando dos litros por cada
integrante de la familia, comida de emergencia, bolsas plásticas, periódicos
(puede servir para calentar el cuerpo poniéndolo entre las ropas y además para
confeccionar platos y tazas para la comida), guantes, linterna y radio portable
con sistema dínamo de preferencia, botiquín de primeros auxilios, entre otros.
Tu kit debe encontrarse en un lugar de fácil acceso para poder tomarlo de
manera rápida en caso de desastre.
-
Debemos participar activamente en los distintos ejercicios desarrollados por
nuestras comunidades, entre los cuales se encuentran los siguientes:
ejercicios
para la extinción del fuego, simulacros de evacuación de tsunami u otra amenaza
natural, simulacros para protegerse de un terremoto, coordinación de los roles
de los distintos individuos de la comunidad y sus líderes, ejercicios para
utilización de AED para reanimar personas, extinción de incendios utilizando
baldes de agua, transportando heridos en camillas improvisadas, ejercicio de
rescate de personas desde los escombros, caravanas para la educación y
enseñanza de los niños, un buen ejemplo de esto último corresponde a lo
realizado por la ciudad de Kobe y conocido como IZA Kaeru Caravan. -
Como comunidad debemos participar en la confección de nuestro mapa de amenazas
(Hazard Map), si este ya se encuentra confeccionado debes ponerlo en alguna
parte visible de tu hogar e identificar en conjunto con tu familia las rutas de
evacuación y zonas seguras donde dirigirse en caso de encontrarse en el
colegio, trabajo o en sus viviendas.
-
Como familia debemos tomar medidas que reduzcan la vulnerabilidad de nuestros
hogares, un ejemplo de esto es organizar los muebles y estantes con el objetivo
de que no se transformen en obstáculos para evacuar si se caen durante un
terremoto, dejar las puertas de salida lo más despejadas posible. Otra forma es
tomar medidas para asegurar la estabilidad de nuestros muebles.
Por
último me gustaría mencionar que siempre me he sorprendido de la capacidad de
los latinoamericanos para adaptarse a países diferentes de los de su origen,
con un idioma y una cultura totalmente distintos, en este sentido la reducción
del riesgo de desastres no debe ser la excepción y tenemos la responsabilidad
con nosotros mismos, con nuestras familias y con la comunidad de participar en
las actividades, de involucrarnos, de aprender y de educarnos con el objetivo
de reaccionar de buena manera al momento de un desastre, tomar decisiones
óptimas y no transformarnos en una carga para nuestras comunidades, esta es la
única forma de contradecir las estimaciones de fatalidades mencionadas por el
gobierno reduciéndolas al mínimo en caso de un evento como el advertido para la
fosa de Nankai. La barrera idiomática es importante pero no debe ser
impedimento para una buena coordinación recordando siempre que la meta es salvar nuestras vidas y las de
nuestros cercanos.
Por: Patricio
Osorio, Geógrafo de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Diplomado en Gestión para la Reducción del Riesgo de
Desastres de la Universidad de Chile.